Eramos lobos destinados

Caminaba yo hacia una batalla que pensaba me llevaría a la victoria para descansar el resto de mis días de vida. Aquellos conflictos fueron conquistados uno por uno por los filos de mi espada y la ferocidad de mi juventud. Finalmente, me hallé en medio de un conflicto que cada vez me agotaba más. En un medio día, cuando ya parecía que mi rodilla tocaría el suelo, apareció aquella figura. Fuerte, joven, con una capa blanca que cubría hasta su rostro. Batallamos mano a mano y fuimos conquistando la batalla nuevamente.

Joven, sencilla, y sin muchas riquezas, aquella imagen batalló a mi diestra. Le comencé a ofrecer parte de mis riquezas obtenidas en conquistas previas para que estuvieramos a nivel de riquezas, armas, y defensas. Las batallas comenzaron nuevamente a tener un aire de sencillez, pero no por mucho tiempo. Cada día mis batallas se tornaban distantes y pesadas, aún regresaba victorioso, pero exhausto de la magnitud de furia requerida.

En una de aquellas batallas, pensé que era mi final. De rodillas en la mezcla de barro con sangre, pensé, este será mi final. Cuando ví como aquella blanca silueta pasó por mi diestra y acabó con todo. Del mismo modo, al regresar observé como cargaba sobre sus hombros la gloria de aquella victoria. Yo había acabado con las defensas más destructoras del campo, y ella acabó con las indefensas. Mientras me quedaba sin aire, ella aprovechó mi respiro para acabar con todo lo que cualquiera pudo haber hecho. Mientras yo solo cargaba las manchas de sangre en los filos de mi espada como recuerdo de aquella vil batalla.

Sucedió en varias ocasiones, tan seguido que casi se volvía costumbre. Cada vez, todo iba mermando, hasta el punto en que pensé sería definitivo el final de aquellas batallas violentas. Una tarde, que disfrutaba de aquella paz que se avecinaba, me senté en el arroyo que me hidrataba con aquella agua fresca. Sentía el ambiente ligero y la suave brisa de una tarde tranquila. Había cabalgado por los terrenos conquistado asegurándome de que el orden persistiera. Estaba feliz, tranquilo. Todo estaba calmándose y pronto podría vivir en paz y concentrar mis fuerzas en algún lugar llamado hogar.

Sentí una punzada en el centro de mi espalda que se tornó tan fría como el hielo. Sin dejar de mirar al horizonte, busqué con mi mano derecha en el centro de mi pecho y sentí una punzada. Un filo laceró el centro de mi mano. Al sentirlo, busqué con la mirada sorprendida y desesperada qué era aquello. La sorpresa fue cuando por mi lado izquierdo ví la silueta blanca que había batallado a mi lado. Aún sostenía el puñal con su mano derecha y lo apretaba suavemente cada vez más. Sentía las intenciones de querer atravesarlo por completo a través de mi pecho. No lo entendía, no entendía lo que sucedía.

Mientras mis pensamientos se alborotaban en confusión, miedo, desesperación, e indefenso pude ver cuando aquella imagen se retiraba la capucha blanca. Había batallado junto a mi propio enemigo mano a mano. Había traicionado lo que como guerreros habíamos jurado, y me destruía con el fervor que le había arrebatado a los que sucumbieron ante mi furia en cada batalla. Me miraba a los ojos con repugnancia, y sin sentimientos me arrebató de todo lo que poseía. Me dejó sin nada.

Aquel puñal cargaba un hechizo que no conocía. Había impuesto en mí una trampa en el filo de aquel puñal, una que a medida que perdía mi capacidad humana me convertiría en lo que másle temía mi alma. Sentía como mi cuerpo se transformaba en aquello que le huía en las noches, aquello que sentía como me acechaba en mis sueños. Una vez sentí el último dolor causado por aquella muerte temerosa, caí en un delirio profundo, parecía que dormía, pero no era así.

Al despertar, me miré y me había convertido en un lobo. Mi alma se confundió, no supe que hacer, quise correr, pero estaba mal herido. No pude más que solo caminar. Caminar solo, herido, confundido, por aquellas tierras que sabía vivían otros lobos. Pensé, solo en estas condiciones es la maldición perfecta. Me harán pedazos y sufriré más todavía. Sufriría la traición de confiar en aquella blanca e inocente joven que resultó ser un alma en confusión que buscaba la gloria a fuerza de otro para quedarse con las comodidades de la victoria, y ahora despedazado por mis propios miedos. Cavé un hoyo al borde del arroyo para esconderme y estar cerca del agua. Lo terminé con sacrificio y dolor pero tuve un refugio, eso pensé.

En medio de la noche escuchaba todos los ruidos de la naturaleza, bestias gigantes, animales, amenazas, y uno que otro inocente espíritu que compartía mi guarida para huir de alguna bestia furtiva. Ahí escondido, me lamía las heridas y pensaba en lo ocurrido. Me culpaba, me castigaba, y me mordía mis heridas para calmar mi mente. En la mañana, al despertar me dije y entendí que no era mi culpa. La traición viene en tatuada en el alma, y aquellos que la practican se visten de ovejas para cazar al lobo.

Salí poco a poco de mi escondite y comencé a caminar por una vereda solitaria y escondida. Cuando me encontré con una loba de frente. Llegó mi final, pensé. Se acercó a mí, me reconoció. Aquella loba me visitaba en mi forma humana, me cuidaba sin darme cuenta, y yo a ella sin saberlo. Me lamió algunas heridas y comenzó a caminar junto a mí. Caminamos un largo trayecto, y sin darnos cuenta nos habíamos adentrado en las fauses de otros lobos. Al salir a nuestro encuentro, pensé que la batalla sería final y aquella hermosa y sutil loba perecería por mi culpa en ese lugar.

Sentí algo que me apretaba la parte más expuesta de mi cuello, al bajar la mirada quedé perplejo. Aquella loba había colocado su cabeza ahí en forma de defensa para protegerme. Entendí todo. Aquella loba me defendería hasta el final. Me incorporé finalmente dejando mis heridas en el olvido y resulté ser un imponente ejemplar. Blanco, con ojos azules, con una presencia sin igual, y cuando decidí atacar marqué la memoria de aquellos que nos quisieron lastimar. Triunfantes, marcamos nuestro camino y fijamos nuestro rumbo. Finalmente lo entendí.

Había batallado tanto en el lugar equivocado, que lo que pensaron me mataría me hizo fuerte. Descubrí que era más que un simple caballero, y que aquel lobo dentro de mí estaba ateapado por los miedos a luchar para mí. Nunca quise ser victima de nadie, pero saborear mis cicatrices me dieron la capacidad de entender que el pasado marca para vivir el presente, por que el mañana no está asegurado. Mi loba era quien merecía mis victorias y glorias, ella, ella era quien tanto buscaba en cada poema escrito, en cada suspiro de esperanza, y en cada fantasía inventada. Ahora a mi lado, formaríamos una alianza que haría temblar hasta las más temidas bestias.

Published by Victor Sola

From Puerto Rico. Athletic Trainer and writer in development. I love to write. If I can think about it, I will write about it. Open to learn new things.

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